viernes, 8 de enero de 2016

Calor y Rendimiento

El organismo humano es un ser homeotermo que precisa mantener su temperatura interna estable, con el fin de asegurar la salud del individuo; las variaciones en la temperatura central no van a afectar sólo a la salud, sino que también van a modificar parámetros relacionados con la actividad física que van a determinar un deterioro en el rendimiento físico sobre todo de las pruebas de corte aeróbico. 


El intento de nuestro organismo de mantener estable la temperatura a pesar de la gran cantidad de calor generada por el ejercicio, va a determinar la puesta en marcha de diferentes mecanismos de termoregulación entre los que el más importante va a ser la sudoración. El aumento de la sudoración trae consigo un aumento de la pérdida de fluidos y si dicha pérdida supera la entrada de líquidos (mediante la hidratación), la deshidratación puede ocurrir. La deshidratación puede dar lugar a una disminución de la presión arterial, aumento de la frecuencia cardíaca, disminución del flujo de sangre a los músculos en ejercicio y a la piel, y posteriormente una disminución significativa del rendimiento físico.



Deshidratación


La deshidratación durante el ejercicio en ambiente caluroso se produce porque hay un aumento significativo de la sudoración, lo que da lugar a una disminución en el volumen de sangre circulante. Este menor volumen de sangre trae asociada una disminución de la presión arterial; igualmente el sistema cardiovascular trata de distribuir adecuadamente la sangre a los músculos que trabajan y al mismo tiempo desviar la sangre a la piel para realizar el intercambio de calor que le permita mantener más o menos estable la temperatura central. 


Esta disminución en el volumen sanguíneo da lugar a un aumento de la frecuencia cardíaca, en un intento de proporcionar el flujo de sangre necesario para satisfacer las demandas de energía del ejercicio, con lo que al mismo nivel de intensidad relativa de ejercicio las pulsaciones son más altas. 


Si la deshidratación continua o aumenta, se ven comprometidos tanto el rendimiento físico como la sudoración con lo que la temperatura del cuerpo va aumentando progresivamente; se considera que el aumento de la temperatura corporal es un factor limitante del rendimiento. En el gráfico siguiente se observa la relación inversa entre Temperatura Rectal y Tiempo Máximo de Ejercicio.

Este "malabarismo" de ajustes circulatorios en un intento de enfriar el cuerpo, provoca una acumulación más rápida de ácido láctico, con el consiguiente uso prematuro de los depósitos de glucógeno y provocando una fatiga más rápida ligada al ejercicio. La disminución del flujo de sangre a los músculos activos reduce la capacidad del cuerpo para neutralizar y oxidar el ácido láctico. Ambos factores están relacionados entre sí y contribuyen a la fatiga precoz durante el ejercicio en ambiente caluroso, aun siendo de intensidad moderada.


La sed y la deshidratación no son sinónimos y la sed es un mal indicador de la deshidratación. Esto está bien documentado y aceptado (Hawely, et al, 1998, la Cruz et al, 1991; Murray, de 1996, Reher, 1996).


Cuando un deportista comienza a tener sed en el curso de una actividad física, es posible que ya esté deshidratado en un nivel que oscila entre un 2% a 3%. Cualquier nivel de deshidratación da lugar a una disminución de rendimiento, pero esta disminución será tanto mayor cuanto mayor sea la deshidratación.


La pérdida de fluidos correspondiente a un 3% del peso corporal puede provocar una reducción significativa en la capacidad de rendimiento aeróbico que según diferentes estudios va a oscilar entre el 6% y el 15%. Mayores pérdidas de líquidos (de 4% o 5%) pueden causar una disminución en el rendimiento de entre un 20% y 30% (Wilmore JH et al, 1994; Nadel et al, 1987, citado en el Meir et al., 1995; Murray R, 1996). Hay que tener en cuenta que esas disminuciones en el rendimiento pueden ser variables en función de la persona, nivel de entrenamiento,...


Las pérdidas de agua del cuerpo pueden ser expresadas en términos de pérdida de peso. Cada kilogramo de peso perdido durante el ejercicio se corresponde con la pérdida de un litro de líquido, lo que hay que tener en cuenta para ajustar la ingesta de líquido cara a su recuperación.



La adecuada hidratación y la mejora en los sistemas de eliminación de calor corporal, como puede ser la adopción de vestimenta refrigerada durante el calentamiento o durante la actividad, pueden disminuir la deshidratación derivada del ejercicio y mejorar el rendimiento físico.

¿CUÁL ES LA EDAD REAL DE NUESTRO CORAZÓN? CALCÚLALA

La salud de nuestro corazón está directamente ligada con nuestro estilo de vida y nuestros hábitos diarios. Seguir una dieta equilibrada y una práctica regular de ejercicio, son los pilares fundamentales de nuestra salud.

Pero, ¿cuál es la edad real de nuestro corazón?. Según investigaciones científicas, parece ser que, la edad que aparece en nuestro carné de identidad no tiene por qué coincidir con la edad que representa el estado de nuestro corazón, pero podemos hacer una aproximación para conocerla.

Un grupo de científicos americanos ha creado lo que podemos denominar una "calculadora" para conocer la edad de nuestro corazón. La calculadora de riesgo cardiovascular JBS3 se puede usar de manera online para conocer nuestra salud cardiovascular a través de algunas variables o hábitos personales de cada individuo.

La calculadora de riesgo cardiovascular tiene en cuenta hábitos como el fumar, la práctica de ejercicio o llevar una vida sedentaria, la presión arterial, el índice de masa corporal o antecedentes familiares entre otros.

Este test ha surgido dentro de un proyecto norteamericano, Framingham de la Universidad de Boston, por combatir o reducir el número de muertes por patologías cardíacas, concienciando a la población de la importancia del conocimiento del estado de salud de nuestro corazón, a través de un práctica tan sencilla como un simple test o calculadora.


Ya sea por curiosidad o a modo de prevención, el hecho de conocer la edad aproximada de nuestro corazón puede resultar un dato interesante, sobre todo, para replantearnos si el estilo de vida que llevamos es el más adecuado o no para la salud de nuestro corazón.